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Mostrando entradas de 2017

Espera el instante

La victoria superficial no es nada cuando nos jugamos el alma. Un alma que curtida en educaciones inconcebibles se engalana de pormenores para evitar el tedio de no sentirse más que en referencia de algo. La proactividad del combate es tan sutil como un hilo de seda entre los dientes, que no profundiza más allá del límite de la piel en la encía. Si forzamos, sangramos, si nos quedamos en la puerta no entramos, si pretendemos algo más que aquello en lo que el mero acto de la guerra consiste, herramos. El sin sentido de luchar hacia fuera nos lleva a precipitar nuestra derrota interior aunque haya luces que celebren nuestro desatino; no es gratuito, brilla el alma por su ausencia y eso lo determina finalmente todo. Es complejo renunciar a la gloria imaginada cuando aún no hemos comenzado a sudar bajo la cota, es preciso, imprescindible, apremiante, reducirnos. Bajar del corcel que corre hacia el precipicio para sentir victoriosos una caída cuyo límite está como siempre en el suelo

33 sin guerra interior

¿Qué nos sujeta al borde del abismo que queremos evitar? Conozco el sentido del dictado, su utilidad, su necesidad, pero ¿qué nos consigue parar cuando el fuego se incendia involuntario? Reprimir y morir en silencio, con una sonrisa triste hacia afuera y un ceño interior fruncido que conmociona el alegre despertar que ambicionamos. No es fácil; no… Un buen guerrero no se deja llevar, pero a veces no es arrastre sino empuje lo que siente. También, a veces, cuando todo fluye desde el cielo, parece que el fuego ha dejado finalmente de existir. Una mota de polvo en el silencio de la tranquila madrugada, una simple mota, puede cambiar el orden de la balanza, entonces el caos se dispara de inmediato, antes incluso de que nuestros ojos lo proyecten hacia fuera. No usar armas, no enfadarse, son premisas imposibles cuando el aire divino del intelecto no ilumina la oscura perversión del origen transitorio que heredamos. Por eso es el arte de formarse el fundamento inquebrantable del ver

Pecador en duelo

Todo guardado, tan solo el aliento en el aire anuncia un instante que va a transformarlo todo. El sol, calentando y hasta doliendo en la cúspide, intenta filtrar su fuego entre las sombras de los árboles que cobijan ese infame intervalo. La espada, lista, engrasada, usada tantas veces en el vacío que apenas recuerda cómo era el tacto del cortar transferido con intenciones oscuras. Matar o morir, esa era su escusa cuando toda el alma se le ponía de frente recordándole la deuda acumulada. Ahora no era el momento de dudar. El semblante húmedo, las arrugas asumiendo la carga de los años y sirviendo de dique a lo que ni los mismos riñones se atrevían reivindicar. Aquello era una mezcla de miedo, osadía e incertidumbre. El cuello tenso, sin más maniobra posible en el cuerpo que el desenvaine y el estoque o corte, nunca supo decidir por encima de lo que el momento le dictaba, quizá ahí el secreto de su destreza hasta ahora. Pero el instante se prolongaba, el corazón galopaba como nun

El 32 va sobre el amor

“Gravity of Center” performed by Quixotic. Photo by Phil Koenig La grandeza que se escapa siempre - ¿Qué se escapa? si la búsqueda se antepone a la escucha. - ¿Antes o después? Es un perfil afilado en el que descuartizamos el instante, - ¿Nosotros o quién? como si el sentido de todo fuese rebuscarnos menospreciados. - ¿Quién valora? ¿Es el amor el sentido, - ¿Con o sin sentido? es el amor quien nos conmina a destituirnos - ¿Solo el amor? para implantar lo que gobierna desde otra perspectiva, - ¿Mirando o sintiendo? sonora, coloreada, definida por ojos que no salen del cuerpo? - ¿Entran de algún modo? Es el amor en estado puro el que sonroja, no el carmín. - ¿Para qué nos pintamos? Ese trazo fino de pincel ensimismado en algo banal, - ¿Lo sientes? después del trance crece hacia fuera, - ¿Quién nos espera? y tan solo los despiertos perciben el aroma en el dibujo, - ¿A qué huele el amor? el color en el sentimiento y la música en el paladar de lo que ven. -

Qué listos los gusanos

Es difícil pretender no congelarse en un estado de satisfacción. Conseguir el calor que proporciona un combustible interior bien asentado nos anima a no movernos de ese momento intrascendente. Una parte de nosotros pretende seguir alimentándolo consiguiendo con ello aumentar nuestro peso y decadencia. Erudición es contención sin aplicativos necesarios para  la vida. Quizá algunos tengan ese destino prescrito por entidades insospechadas, pero entonces ¿para qué las piernas? El alma quiere expandirse y para ello necesita conocer. El conocimiento es un modelo de avance, es un rio con sus lagos, no un estanque. Acumular es desprenderse de la opción dinámica de explorar el universo externo e interno. Tan solo navegamos entre las palabras claras de los que en su vuelo pudieron observar la lejanía. Qué curva pretendemos observar sin un centímetro de elevación cuando el peso de contener nos lo impide. Qué mar alcanzaremos sin que quebremos el embalse para regar los campos de nuestro fut

El Tao da y el hombre actúa

Dibujar el vacío con vacío no es posible. Pretendemos llenar algo cuya naturaleza fundamental es la vacuidad aunque nosotros no podamos percibir más que lo que sentimos. Así evaluamos las cosas en virtud de sus apariencias, sin pararnos a pensar que en realidad no son nada más que destellos dentro de nuestra mente, quizá reflejos de un sueño ya olvidado. Intentamos convencer con palabras de aquello que nuestra mirada niega absolutamente, no por convicción de lo pensado, sino porque nuestro corazón no acepta intermediarios y fluye a raudales para aquel que sabe escuchar lo inaudible. Qué grato aquello que convoca a los sentidos y que falso resulta equivocarse cuando el paladar saborea el dulce néctar de la adulación. No se esconde el significado verdadero del fulgor de un amanecer compartido, todos vimos el mismo principio y el final nos acogerá sin jerarquías. El lamento es una actitud innegociable ante el espíritu, su vacío no contiene ni la más leve queja que evidencie nuestra

Gallos y perros a lo lejos

Crecemos, sin descanso, en cantidad y en calidad. El alma se perpetúa cuerpo tras cuerpo intentando mejorarse a sí misma cuando el velo de la ignorancia no se hace tan tupido como el enigma que nos separa de comprender racionalmente lo divino. Crecemos y avanzamos en la historia de la vida conscientes de que la magnitud de lo que hagamos se diluirá con el tiempo, en apenas mil años pasajeros no quedará nada de este tránsito apasionado. Instruidos en esta realidad incuestionable, podemos decidir una vida con menos para ser más. Hemos crecido y no sabemos realmente si nos hemos equivocado al hacerlo. No sabemos si el futuro necesita muchas más almas para propagar nuestra existencia o si este crecer desmedido será la tumba que cavemos para, simplemente, dejar de ser. El texto nos habla de reducción, de parar el trasiego de un lugar para otro y sentir el espacio y el tiempo presente que nos contiene en cada instante. Saborear nuestra comida, disfrutar lo que tenemos en una morada tr

In-competencia

Nos deslumbra ocasionalmente la sensación luminosa de estar por encima de alguien. Creemos, hipnotizados, que nuestros semejantes no lo son tanto y que, en virtud de sus sueños, los nuestros se superponen en importancia dando la orden de partida a nuestro ego. Somos pero no somos. Aspiramos a silenciarnos cuanto antes después de hacer el máximo ruido, uno que nos haga ensombrecer temporalmente el eco de todo un valle que en realidad nos supera. En esos instantes aspirados, no somos más que ese fragmento humano entristecido por su pequeñez, e intrigado por su misión en este mundo de inercias predefinidas que llamamos destino. Ser grande es ser pequeño en el maremagno de importancias investidas. Sentirse exclusivo ante el resto es lícito pero dentro del límite de nuestro pensamiento. El límite de la expresión lo rige la convicción de que el resto desaparecerá pronto igual que nosotros mismos. El silencio nos lo recuerda en cada atardecer al que nos sometemos. Ser grande es ins

Mantener la ignorancia

¿De qué nos sirve el pensamiento cuando el movimiento no está presente en su jugada? Sentimos, vivimos, intentamos gobernar un pedazo de tiempo y espacio en el que nuestra consciencia se debate entre el saber o no saber, entre la felicidad del iluso o la terrible preocupación del razonador. El alma está sin debate cuando el malestar se propaga desde nuestros actos vespertinos y un simple dolor de muelas nos devuelve a la realidad de lo inmediato. No ir más lejos impide de forma natural que las palabras no construyan historias, historias que nacen con exigencia anticipada de interpretación. El mar de los instantes mantienen este pequeño discurrir tranquilo en el que las cuestiones emergen sin descanso, anunciando múltiples finales diferentes. ¿Quién descubre en el debate interior qué nos conviene? Esas historias que nunca serán nos ofrecen sensaciones de poder, de garantía, de capacidad sobre todo lo que ocurrirá en un mañana incierto. El ahora no precisa quizá de tantos recurs

APRENDER DESAPRENDIENDO

Tanto al comienzo como al final, se manifiesta lo simple con claridad absoluta. Enfrascados en contener lo incontenible, luchamos con uñas y dientes para que nadie toque aquello que en realidad no nos pertenece. Criticamos la actitud en otros sin reparar en nuestras propias manchas malhumoradas. En ellas reside el infortunio del desconocimiento, en ellas, vislumbradas tras la humilde inclinación, encontramos directas respuestas que eliminan nuestra angustia. Nada en realidad nos pertenece de pieles para afuera. Aferrar, sujetar, mantener, temer perder el control de algo incontrolado desde el principio es nuestro propio autoengaño fabricado. Un enorme pecado incongruente en el que nos empeñamos en resbalar a diario para que no se nos olvide, al golpear contra el suelo, que la tierra sigue manteniendo nuestro peso hasta el final de este pequeño y efímero viaje. Mantener con certeza esta prudencia revelada y no mirar más lejos del ahora, nos enseña que el futuro imaginado no pint

Hacer sin hacer, nacer sin nacer

Man on verandah  (David Alexander Colville, 1920-2013) Si hablamos sobre el no hacer , la contaminación que nuestra mente ha adquirido a lo largo de todos estos años hará su aparición mostrándonos un significado simple, directo, inequívoco. Se trata de estarse quieto y de no hacer nada. Sin embargo, estar quieto no significa obligatoriamente no hacer nada, sobre todo si nos referimos al concepto tradicional de Wu Wei del que ya hemos hablado en otros espacios. Ante la premisa de dejar de hacer no se nos ocurre inicialmente gran cosa. Para comprender mejor el significado profundo de esta instrucción debemos trasladarnos a nuestro almacén de recuerdos, sentarnos a meditar sobre lo que sentimos en aquella ocasión en la que, sin quererlo quizá, nos quedamos quietos en mitad de una calle muy transitada absortos en nuestra observación. Podemos encontrar este significado en la sensación, en el sentimiento de calma que produce lo simple frente a lo complejo, lo lento frente a lo acel

Algunos hombres no tan buenos

En nuestras profundas reflexiones sabemos  que queremos ser mejores que alguien o que algo. Sentimos esa pulsión sin llegar a distinguir con claridad cuál es el objeto de nuestra  premura por transformarnos en direcciones diferentes a aquellas en las que nos encontramos. El actor es, sin duda, nuestra propia naturaleza que empuja hacia arriba por más que la lastremos entre cosas, sueños e irrealidades. El alma que sucumbe a la opresión de lo cómodo no es otra que la misma que produce la queja sobre la monotonía de la que pretende alejarse. Todo es cambio y el Tao integra este pensamiento, este discernimiento, esta ilusión en un flujo interminable de alternancias entre lo evidente y lo oculto. Queremos desentrañar los misterios que corresponden a entidades superiores a nosotros mismos, quizá porque una parte de esa entidad milagrosa que llamamos Tao nos contiene y es parte de nosotros al mismo tiempo. No podemos desembarazarnos de esa intención porque forma parte intrínseca d