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Mostrando entradas de 2019

Sin sobresaltos. 57

Tanto el que pide como el que da esperan siempre respuestas. El sobresalto nos llega precisamente por esta espera recurrente. Sin esperar nada al dar o al recibir seguramente la calma seguirá presente. La actitud que desequilibra nuestra alma parte del mismo supuesto de adorar en exceso un cuerpo perecedero. Toda expectativa más allá de lo profundo del alma parece estar equivocada. Esperamos, estamos esperando instante tras instante que el universo entero nos regale un motivo, que el cielo se deje caer sobre nuestra lista de inútiles peticiones para sentir que tenemos algo de poder. Un poder que ansiamos, un poder que nos aproxima al roce de la falacia de vivir eternos, para siempre. Ese pequeño sustrato que requerimos es pura falsedad, el invierno no llega siempre el mismo día y la primavera no despierta por igual a todas las flores. El silencio de la meditación nos invita a dudar y a dejar a la vez de hacerlo. Nos vincula a dejar de esperar, de intuir, de dar o de pedir. E

Entre el vientre y el ojo. 56

¿Qué diferencia el vientre del ojo? Dentro y fuera se revelan como espacios ocultos o visibles sobre los que poner la atención. Sentir no es lo mismo que ver, pero ambos son imprescindibles para tener la experiencia conjunta del lleno y del vacío. Yin y yang se manifiestan en algo tan evidente como lo que vemos y lo que no vemos, lo que medimos y lo que sentimos, lo que surge de nuestro interior y lo que nos llega desde el exterior. El sabio apunta el rechazo, pero me cuesta aceptar un yang sin su yin y viceversa. También nos muestra que frente al exceso debemos inicialmente contener por completo lo sobrepasado, no definitivamente, tan solo lo que dure el proceso de equilibrar ambos mensajes. No hay luz en el interior que nos regala un caos imaginado. Fuera corremos el riesgo de corregir y agrupar en segmentos más fáciles de interpretar, reduciendo el todo a unas partes inconexas que nunca nos dan la plenitud El corazón de la experiencia no tiene reglas, no tiene orden, no t

Sin dudas

¡¡NO DUDES!! Durante el entrenamiento, no dudes. Siente, pero no dudes. Explórate a ti mismo reverberando en los impactos cuando golpeas. Siente el instante, despeja la duda, encuentra el sentido en tu entrega voluntaria y absoluta al momento. Hazlo como si cada día fuese un bautizo marcial inesperado. Déjate sorprender por la rutina; solo en el silencio desvela ésta sus matices. Aprende a disfrutar la experiencia sin objetivo directo, el alma recoge sus frutos en plazos muy largos. No te escondas del instante, el precio del esfuerzo es minúsculo frente a ser auténtico, ser real, ser parte indisoluble del presente continuo de la práctica. Siente ahora lo que no puedes sentir de otra forma. Enfréntate a la realidad de ser tú, sin dudas, sin miedos, sin mentiras. Enfréntate y sobrevive al instante para que este no muera entre tus brazos una y otra vez. Salta al vacío sin rencor, sin temor, sin esperanza.  Transpira, respira, muévete sin tregua. No tortures tu conciencia, todo f

Radios que no son nuestros 55

No es por su forma, no es por sus límites, no es por algo que se pueda percibir con cualquiera de nuestros limitados sentidos. El alma surge resonando en el vacío que gestamos al movernos. Lo hacemos marcando el límite de lo que decidimos. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a adentrarnos en el bosque oscuro?¿Qué dragones osaremos despertar? Algunas imágenes devueltas por el espejo nos empujan hacia atrás, nos hacen resbalar y caer en los pozos de miedos que no nos pertenecen. Los sembraron otros en el pasado y dejaron el espacio infinito de sus caídas para que no dejemos de conocer eso que algunos llaman Infierno. Parece que no podemos pararnos a mirar, no podemos esperar, no cabe de forma alguna imaginar nada que no avance hacia la vanguardia de nuestro pasado infinito.  Todas las preguntas contaminan el presente cuando perdemos la inercia del avance, cuando queremos que el universo entero se detenga ante nosotros; no podemos dejar de pedalear sin riesgo de perder el equilibrio.

Limpiar el espejo. 54

Puedes hacer muchas cosas, pero pocas tienen sentido si lo más profundo de tu ser no opera en sintonía con el gran plan universal. Lo conferimos como algo escurridizo, inefable, pero se revela como una tormenta permanente de desconcierto en lo que lo único posible es evitar la zozobra. Mantenerse en el equilibrio que responde a un eje claro entre mente y alma, entre consciencia e inteligencia, entre serenidad y razonamiento. Aparecen como antagónicos pero navegan juntos en el desconcierto caótico de este eterno maremágnum. La mente no puede con él, pero la suavidad de un tacto educado puede configurar una nueva matriz en nuestro pensamiento, puede aproximarnos al borde de un precipicio que es a veces lejano y otras se torna muro ante nosotros. El límite nos aproxima a la caída o al imponente ascenso de una pared vertical. Es una guillotina permanente que asciende y desciende mientras intentamos evitar caer en su vacío, ser cortados en su descenso o agarrarnos como podamos para

Seguir sin detenerse. 53

Aferrarse para sucumbir no parece muy inteligente. Estar en lugares de peligro, lugares en los que la manada está expuesta de continuo, quizá solo atrae el interés de aquellos que devoran todo a su paso. No es lógico enquistarse en uno mismo para saborear de forma interminable el elixir de lo conseguido. Al menos la conciencia de haber logrado lo que nos proponíamos ya es regalo suficiente antes de marchar. Nos quedamos retozando en esa sensación placentera que no es más que una chispa de los mil fuegos que nos esperan. No tiene sentido esperar ahí, hay que seguir la ruta porque el camino no descansa. Se tuerce, se empina y, a veces, se convierte en un vacío que atravesamos sin ningún punto desde el que empujarnos o frenarnos. El vacío final nos recogerá con la inercia que nuestro presente nos va prestando poco a poco, de ascenso, de descenso o hacia la quietud de quedarse allí donde ningún viento nos será propicio para el avance. Es difícil enfrentarse a las sensaciones de

¿Cuál es la gravedad del alma? 52

Todo nuestro universo se configura en un entramado de llenos y vacíos. El agua por sí sola no sube al lago, no asciende al cielo y no penetra la tierra si no es por la fuerza que le otorga lo que llamamos gravedad. El cielo es el que impone las reglas de este juego de fuerzas que aún no hemos explicado. La mente de la sabiduría detesta entrar en el juego dialéctico que pretende penetrar lo insondable, pero reconoce su efecto, complementa su sentido y adquiere la intuición irracional de saber lo que el lago, la tierra o el trueno le presentan inexcusables. Es el sabor de esa inercia a la que el alma se somete la que permite alcanzar el elixir de la sabiduría, ese que eleva al hombre desde su mínima materialidad hasta el máximo reflejo que la sombra de su tenue sabiduría puede proyectar en este cielo oculto a nuestros ojos. Es el amor del silencio el que insinúa este misterio; no podemos verlo, no podemos tocarlo, no podemos más que percibir su acción en los menesteres que es

Cielo y tierra tensionados. 51

Sucumbimos casi siempre a la idea de que debemos mirar por nosotros como si todo nuestro ser fuese imperecedero. En el texto se insinúa, una y otra vez, que trabajamos en algo desfasado porque el aliento continúa su tránsito anterior a nosotros y nos abandona después de atravesarnos. Esta invitación no es gratis. No apunta a un dejar de hacer, más bien nos muestra la importancia de entender lo que nos toca. Unas veces brillar, otras dar sombra. A veces nos toca ser silencio y otras un ruido que ensordezca lo suficiente para que el resto deje de oírse un instante a sí mismo. Ese sí mismo no es la reflexión, no es la aparente garantía de falso conocimiento que nos refleja en nuestra consciencia un mero proceso de interacción compartida. El cielo es cielo y la tierra es tierra. Ninguno de los dos se afana en ser el otro por más dura que sea la aridez del terreno y más volátil la etérea inconsistencia del vacío celeste. Presión hacia afuera y presión hacia adentro configuran es

Hembra misteriosa. 50

Misteriosa la atracción que produce el vacío, como si nuestra imagen se perdiera y eso iluminara nuestra propia vacuidad. Ver el cielo y la tierra desde un mismo punto vacío en el que salimos solo para buscar permanentemente adentrarnos de nuevo en él. Qué misterio envuelve el sentido de todo esto, qué infinita cuestión irresuelta dando vueltas a nuestros presentes, distorsionando nuestro pasado y afilando futuros que quizá serían otros. Al amparo de ese vacío excluyente salimos a un mundo que nos rechaza, nos encontramos con la necesidad de respirar con esfuerzo, de subir las cuestas de la vida para llegar al fondo de nuestro ser; que contradictorio un esfuerzo de subida para realmente bajar al inframundo de lo que somos. Es irónica esta atracción recíproca de nosotros hacia el vacío y del vacío hacia nosotros. Nos aleja del cálculo como medida de sentido y nos adentra en el caos como certeza absoluta de nuestra imposibilidad de ser caóticos. Ese yang infinito que nos contien

Perros de paja. 49

El acento de nuestra perspectiva determina el contenido que acumulamos. Lo volcamos sin descanso desde el exterior en espacios interiores que no hemos terminado de comprender. La voz que escuchamos nos parece de otro mundo, pero nos engaña el velo de la oscuridad que construye nuestra permanente generación de ideas. Ese acento derivado, una y otra vez, al abismo de las profundidades insondables, el espacio de lo que realmente nos conecta con el cielo y nos arranca del suelo, es la clave misteriosa que por si misma se desvela. Es la llave que nos abre la puerta al infinito cuando dejamos de admirar la cerradura. Por eso aferrarse al detalle es una forma estúpida de evitar la expansión natural a la que nos invita la semilla real del saber, esa que intuimos pero que apenas podemos sujetar desde la rutina sumatoria de síes y noes. Su naturaleza es el flujo no la quietud, su interés para nosotros trasciende la conciencia simple de lo que somos, se aleja de nosotros para enseñarnos