El deseo como uno de los principales males del ser humano y, a la vez, el motor que genera el caos existencial que nos invade. El yang parece no tener medida en esta etapa de nuestra existencia. Crecemos, crecemos y seguimos creciendo sin saber realmente para qué lo hacemos. Faltos de la conciencia que toda dirección precisa, nos aventuramos a ampliar sin descanso el espacio vital de nuestra especie. Abordamos, invadimos, exploramos y usurpamos todo aquello que nos rodea en un único reflejo que nos aleja cada vez más del centro yacente en nuestro interior. Todo este proceso parece no ser otra cosa que un intento desesperado de nuestro ego permanente de evitar a toda costa la expansión interior tan necesaria. La lejanía de lo externo tiene su correspondencia en la lejanía de nuestro interior. Sin embargo nos engañamos confundiendo el destino de nuestra búsqueda al olvidar voluntariamente que tan solo en el instante presente, con todo lo que contiene y todo lo que le falta, están to