Uno de los principales textos del taoísmo, el Dao De Jing , comienza con una advertencia: «el tao que puede ser nombrado no es el verdadero tao». Partiendo de esta sentencia casi absoluta, podemos caer en el engaño de pensar que hablar de taoísmo es complejo, quizá insuficiente o inapropiado. Sin embargo, el sabor que emana de esta corriente, bien religiosa o bien filosófica, que impregna el alma profunda de todo lo chino, nos obliga cuando menos a husmear para conocer el origen de ese cálido y aterciopelado perfume. Quizá, como punto de partida, deberíamos fijarnos en la cita del investigador francés Roger-Pol Droit en su fantástico libro El ideal de la sabiduría: De Lao-zi y el Buddha a Montaigne y Nietzsche , que nos marca también otra instrucción correlativa a la primera: «al menos sabemos qué camino evitar: el de la certeza». En el texto que tenemos previsto compartir para este próximo mes de febrero, podemos adentrarnos en este mágico, atractivo, exótico e incierto mun