Thoth. Dios egipcio del conocimiento Nos adentramos no por propia voluntad. Algo inherente al Ser nos empuja a conocer de qué van los prolegómenos. No sabemos, pero creemos saber más de lo que pensamos. Llegamos a un tipo de conocimiento en el que la superficie enquista la voluntad de sumergirse. Lo hace para ofrecernos sabores diversos de una misma calaña innecesaria, pero que consigue el objetivo de confundirnos. Como si la razón, en su corteza juvenil, tuviese un sentido meramente operativo para poder entender el paquete de sentidos entrelazados. No vamos de saber, pero pretendemos conocer lo incognoscible. Aumentamos nuestras perspectivas imaginando una miríada de variables posibles en las que se nos escapa, siempre, un factor fundamental. Estamos dentro de la mente, no fuera. Todo está condicionado. Los colores se confabulan con los sonidos para que el viento acaricie nuestro pelo y el aroma de las flores nos haga saborear la primavera incipiente. Imaginamos que ca