¿Qué diferencia el vientre del ojo? Dentro y fuera se revelan como espacios ocultos o visibles sobre los que poner la atención. Sentir no es lo mismo que ver, pero ambos son imprescindibles para tener la experiencia conjunta del lleno y del vacío. Yin y yang se manifiestan en algo tan evidente como lo que vemos y lo que no vemos, lo que medimos y lo que sentimos, lo que surge de nuestro interior y lo que nos llega desde el exterior.
El sabio apunta el rechazo, pero me cuesta aceptar un yang sin su yin y viceversa. También nos muestra que frente al exceso debemos inicialmente contener por completo lo sobrepasado, no definitivamente, tan solo lo que dure el proceso de equilibrar ambos mensajes.
No hay luz en el interior que nos regala un caos imaginado. Fuera corremos el riesgo de corregir y agrupar en segmentos más fáciles de interpretar, reduciendo el todo a unas partes inconexas que nunca nos dan la plenitud
El corazón de la experiencia no tiene reglas, no tiene orden, no tiene clasificación posible. El salto de un sabor a otro tiene entre medio mil millones de matices imperceptibles, matices que llegan a una parte interior que desconocemos, pero que se manifiestan en cada suspiro que nos entregan nuestros anhelos sin que nos demos ni cuenta.
El sabio no clasifica, no enumera, no distingue mejores ni peores, pero corre el riesgo de disolver su estructura y caer en el caos del silencio eterno de ser solo una parte del Taiji. Entender que el acero doblado requiere primero una gran fuerza para ser enderezado está al alcance de cualquiera. Saber cuándo la perfecta verticalidad ha surgido del esfuerzo, saber cuándo hay que parar de empujar, ahí está el misterio del equilibrio que exige una visión unificada del presente, el pasado y el futuro.
El hombre y su mente no están separados, el ojo y el intestino coexisten dentro de una misma experiencia que no puede negar ninguna de las partes bajo el riesgo de perder el sentido equilibrado que nos aportan el lleno y el vacío de la existencia.
Lo relativo de lo material radica en su sentido frente a lo inmaterial que lo interpreta. Ser sin acumular, tener sin exceso, ver sintiendo, desclasificar sin olvidar, decidir sin prejuicios; el camino del centro que el sabio nos propone es muy fácil cuando comprendemos la infinita complejidad de lo que somos y de lo que nos rodea, solo entonces renunciamos de verdad al exceso y nos quedamos en el límite del equilibrio que anhelamos.
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