Ir al contenido principal

Cielo y tierra tensionados. 51



Sucumbimos casi siempre a la idea de que debemos mirar por nosotros como si todo nuestro ser fuese imperecedero. En el texto se insinúa, una y otra vez, que trabajamos en algo desfasado porque el aliento continúa su tránsito anterior a nosotros y nos abandona después de atravesarnos.
Esta invitación no es gratis. No apunta a un dejar de hacer, más bien nos muestra la importancia de entender lo que nos toca. Unas veces brillar, otras dar sombra. A veces nos toca ser silencio y otras un ruido que ensordezca lo suficiente para que el resto deje de oírse un instante a sí mismo.
Ese sí mismo no es la reflexión, no es la aparente garantía de falso conocimiento que nos refleja en nuestra consciencia un mero proceso de interacción compartida.
El cielo es cielo y la tierra es tierra. Ninguno de los dos se afana en ser el otro por más dura que sea la aridez del terreno y más volátil la etérea inconsistencia del vacío celeste. Presión hacia afuera y presión hacia adentro configuran estas dos polaridades que tensan la madeja de la energía que se manifiesta como el ser que podemos percibir y que percibe. Una pulsión eterna y permanente de otra naturaleza imposible de comprender.
El reflejo que percibimos de todo es solo un subproducto de sentidos que están ahí para crear la experiencia, para saborear la digestión de vidas a la que el cielo y la tierra acuden en festín. No somos, no vamos, no venimos, simplemente existe algo que no termina de sentirse del todo. Ese anhelo sin significado configura nuestra permanente duda existencial en un minúsculo eco compartido del tiempo y del espacio sin sentido humano.
El ser, el individuo que se libera de su yo personal prefabricado, accede al escenario de la infinita pugna tensionada que vomita sus ondas provocando lo que entendemos como universo. La más recóndita y pequeña chispa vibratoria de este infinito balcón al que nos asomamos en el silencio, ese infinitamente pequeño fragmento irradiado, forma nuestra interioridad buscando el otro extremo de su expansión reduccionista. Una contradicción que no podemos abordar desde nuestra simple dimensión trinitaria.
Lo enorme buscando entrar en lo pequeño y lo pequeño pretendiendo devorar a lo enorme, sin que ninguno de ellos sea capaz de hacer otra cosa más que eso porque, en definitiva, eso es.
En toda esta orquesta de orden y caos, nace la luz de la vida que percibimos, que experimentamos, que sentimos como propia. Sentir ese regalo ya es suficiente. No tenemos que ser ellos, tan solo estar y bailar la danza infinita al ritmo que el cielo nos regala y en la superficie que la tierra nos ofrece. El regalo es constante hasta el final y el ritmo es nuestro objetivo. Ser capaces de danzar este baile sin protagonismos inmerecidos, entendiendo que cada giro de nuestro cuerpo tiene más que ver con la corriente que lo produce que con nuestra voluntad de definirlo.
Por eso, el sabio que entiende este sin fin de situaciones, tan solo baila la vida con lo que el cielo le otorga, e intenta no perder el centro que le permite girar y girar sin descanso, en espirales que le hacen comprimirse o elevarse según sea la inercia que su presente terrenal heredó de su pasado celeste.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El valor de detenerse. 70

Es difícil pararse cuando se acumula tanta inercia. Cuando los actos del pasado reciente se ven abrumados por el impulso de lo antiguo no queda otra que seguir avanzando, asumiendo líneas que no decidimos, líneas impuestas por otros tiempos y otras almas. No es preciso distinguir si nuestra densidad tiene algo que ver con nuestra profundidad; la carga no tiene nombres y se establece antes incluso de que nazcamos. Es el aliento el que comienza a insuflar energía a dinámicas que se manifiestan como nuevas en nosotros, pero que ya venían atravesándonos. El carro siempre ha estado lleno de pesadumbre, pero también adornado de grietas luminosas que le hacen presentir su desenlace. Lo correcto no está exento de dudas, pero en la liviandad del silencio interior las dudas se desmigan en el mar de la confianza. Es el vacío lo único que garantiza la pureza, es el silencio interior el que nos muestra que la coraza inservible de lo instrumental solo está ahí para garantizar su eterna permanencia.

Dao De Jing. Subir lento y bajar pronto. 66

Llevar tacones o ponerse de puntillas nos hace parecer altos como no somos. En el Tao la apariencia choca frontalmente con la realidad para conjugar sus pareceres. No podemos elevarnos más de lo que somos, pero ¿quién sabe realmente lo que es? El deseo de estar vinculado al mundo, de formar parte de él sin menoscabos no es cuestión baladí. Es el ignorante el que sueña con un trono solitario desde el que ser admirado pero incomprendido. La fama no es apta para aquellos cuya misión es mundana, diaria, constante y sin brillo. Es importante no aspirar a aquello para lo que no estamos hechos, para lo que no estamos preparados o para lo que sentimos que nos acabará destruyendo como a tantos. Las cimas están para escalarlas y bajar de ellas de inmediato. La visión, el eco de la imagen que nos permite el ascenso y la cima misma son ya diferentes cuando bajamos reflexionando sobre todo ello. La bajada entraña también sus peligros, pero el espíritu pleno por la cercanía del cielo sigue ensim

Lo creativo

Aparece frente a mí, imponente. Su escalera me alumbra un posible camino de llegada a mi objetivo, pero difícil, escalonado, exigente. Nada es lo que parece a simple vista y esta imagen me lo muestra, impasible, consciente de que el tiempo siempre juega en mi contra y mi decisión es la que acorta la demora. Una escala apuntando a un junio soleado en el que el cielo como testigo y destino exige cuatro pilares para sostener el ascenso. Elevación, logro, propiciar y perseverancia. Cuatro exigencias que en sí mismas configuran cada uno de los seis peldaños premonitorios. Crear. ¿Quién crea si partimos de una base celeste que nos alienta y nos define en nuestra más profunda naturaleza? Aquello para lo que nacimos, para lo que morimos, ese destino pendiente de escribir se nos muestra libre, intercalado, potencialmente sinérgico con los diez mil seres que nos acompañan en el tránsito permanente del ahora. Ahora es el momento de empezar la subida sin cuestiones. Que la certeza pueda