Ir al contenido principal

Seguir sin detenerse. 53



Aferrarse para sucumbir no parece muy inteligente. Estar en lugares de peligro, lugares en los que la manada está expuesta de continuo, quizá solo atrae el interés de aquellos que devoran todo a su paso. No es lógico enquistarse en uno mismo para saborear de forma interminable el elixir de lo conseguido. Al menos la conciencia de haber logrado lo que nos proponíamos ya es regalo suficiente antes de marchar.
Nos quedamos retozando en esa sensación placentera que no es más que una chispa de los mil fuegos que nos esperan. No tiene sentido esperar ahí, hay que seguir la ruta porque el camino no descansa. Se tuerce, se empina y, a veces, se convierte en un vacío que atravesamos sin ningún punto desde el que empujarnos o frenarnos.
El vacío final nos recogerá con la inercia que nuestro presente nos va prestando poco a poco, de ascenso, de descenso o hacia la quietud de quedarse allí donde ningún viento nos será propicio para el avance.
Es difícil enfrentarse a las sensaciones de placer con la que nuestro cerebro nos dibuja el momento. El hace lo que tiene que hacer. Sin embargo, nuestro espíritu, un modo de pensamiento que está por encima de los demás, no puede aletargarse drogado por el placer recompensado que le regala nuestro yin más pesado. El deseo, la atracción, el placer, aunque son magníficas fuentes de recuperación en el camino, no son en esencia más que pequeños fragmentos que configuran un escenario infinito de progreso o retroceso.
Subimos, bajamos, nos hundimos o flotamos según el peso que nos confieren nuestras decisiones en activo; pero es fundamental seguir la corriente, nadar a veces en contra para entrar en las bifurcaciones que, en el fondo, reconocemos como nuestras.
Seguir siempre en el punto que una vez nos dio la vida es una forma torpe de agotar su efímera consistencia. Quedarse allí cuando no queda nada del calor primigenio, es dar vida a la añoranza, a la nostalgia de esperar que algo que falleció vuelva a estar entre nosotros. Nosotros volveremos a estar frente a ellos cuando los caminos que recorremos converjan en el flujo interminable de la existencia.
Sin inercia no habrá movimiento, aunque la razón nos insista en decirnos que todo esto forma parte de nuestro propio teatro, de nuestra propia incapacidad para asumir nuestra desaparición definitiva. No la creo nunca. No puedo hacerlo porque descartada de mis instantes más profundos, he visto luces que no son creadas, no son efluvios de pasados vividos o imaginados. Son pura luz esperando a que completemos nuestra misión evolutiva. Estamos aquí para algo y lo sentimos en la parte más profunda de todo este yo inexplicado.
Oiré sin reparo los ruidos de las razones que nos rodean, pero siempre con la duda de si esas personas enfrentaron sus ideas con el calor profundo de un espíritu meditando en la sombra más oscura de su alma, una sombra que esconde en su centro dividido un fragmento de luz y oscuridad para matizar nuestros detalles más inadvertidos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Comenzamos en octubre 2013

Comenzamos en octubre el Club de Lectura Kan Li. La actividad del club estará centrada en los textos sobre artes marciales y todos los aspectos relacionados con ellas. Hemos abierto un apartado en este blog en el que se detallan las características generales del proyecto, nuestras motivaciones para ponerlo en marcha y su estructura general y de funcionamiento inicial. Todos los meses nos reuniremos para conversar e intercambiar impresiones sobre una lectura predefinida. El club está abierto a todos los alumnos de nuestra escuela que quieran participar. Para esta primera ocasión hemos elegido un texto de gran calado filosófico. Es de gran interés para cualquier practicante de artes marciales y no está exento de lectura complementaria, lo cual siempre es un aliciente para utilizarlo como ventana hacia otros universos escritos. El libro se titula en castellano «Zen en el arte del tiro con arco» y fue publicado por primera vez en el año 1953. Es un libro de experiencias y pensam...

El maestro. 71

Entender en qué punto del camino debemos pararnos para explicar lo inexplicable es trabajo de sabios, de ingenuos o de inagotables. El motivo de enseñar se difumina si no se encuentran escondidas las claves del misterio profundo de lo evidente. Nadie sabe nada y todo el mundo esconde en su interior todo el conocimiento necesario. El maestro lo sabe. El incauto permanece a la espera de que las revelaciones que debe construir ocurran como por arte de magia. Nada puede suscitar lo profundo sin una cuestión irresuelta. Dar esa luz es imposible sin haber germinado antes la oscura presencia de la duda. Es ahí donde radica el arte de enseñar. El enojo es el compañero del que aprende esperando que todo sea tal y como espera. El nombre no se revela, pero la luz comienza a aparecer al fondo de la primera pregunta. Es el maestro el que prende ese fuego, desde su ejemplo inmaculado o desde la oscura incoherencia que existe en la superficie de toda persona. No es bueno, no es ejemplar, no es impres...

Próxima cita 31/10/2014

De nuestra anterior cita en la que tratamos el capítulo 1 del Lao Zi de Mawangdui sacamos un interesante debate que apuntaba bastante alto. Aunque pequeño, el texto es de tal magnitud que en breves palabras apunta directamente a los pilares del «sentido» sobre el que opera lo existencial, dentro de un equilibrio aceptable, cuando no natural hasta sus últimas consecuencias. Su crítica directa a los valores confucianos es indiscutible si bien el texto se revela más como un aviso o advertencia que como una crítica a estos principios. Aclarar el concepto de virtud desde la visión del sabio taoísta frente a la ficticia virtud no es sino una forma de fijar cuál de ambos caminos se perfilan óptimos en la propuesta del tao. Rito frente a naturalidad nos ofrece también una reflexión interesante sobre la vacuidad de lo artificial en el sentido puro de la búsqueda del propio sentido. El adorno nos aleja de la realidad del objeto de nuestra búsqueda, mística, en tanto nos seduce en el e...