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El arte de la guerra. 2

Pintura de Wang Kewei

EN MEDIO DE LA BATALLA

Los paralelismos entre la guerra y el ámbito del combate en las artes marciales que han llegado hasta nuestros días son indiscutibles. En el segundo capítulo del arte de la guerra se nos habla de la situación extrema, del momento en el que el combate está ya en marcha. 

En la práctica marcial hablamos de las opciones determinadas por las características del momento. Hay un antes, un durante y un después del combate. Las indicaciones del texto sobre el durante, en especial en este capítulo, van desde el control propio haciendo alusión a cómo enfocar el momento desde el punto de vista organizativo, cómo establecer la moral óptima para la victoria, cómo mermar las fuerzas del enemigo y cómo actuar frente a la derrota.

Todos estos elementos son comunes en cualquier modelo de combate enfocado a situaciones de autodefensa. Observar y percibir la situación para organizarse en base a ella es una premisa indiscutible en cualquier orden táctico. Esta orientación debe estar apoyada por un modelo espiritual acorde a una situación de estas características. En el libro se habla de la moral para la victoria, algo que en el combate de supervivencia se refiere a no sucumbir a las emociones que debilitan el espíritu de lucha (miedo, ira, terror, preocupación o euforia). Solo con un único objetivo en la mente, sobrevivir, mantener las ganas de vivir hasta el final de la lucha.

Esto puede parecer evidente, pero en nuestra conducta social podemos rendirnos antes de empezar la contienda si no ponemos en valor quienes somos, qué hacemos en el mundo y por qué tenemos que seguir estando aquí para hacerlo. La voluntad de supervivencia está vinculada a un concepto que denominamos Shen. El Shen es la entidad que recoge el espíritu del individuo, íntimamente ligada a la acción energética (Qi) del corazón. 

El Shen, o espíritu, cumple las siguientes funciones para la vida del individuo:

• Constituye el germen de la vida mediante la unión del Jing de los padres. (Esta acción la realiza de forma conjunta con el Po, otra entidad psíquica que veremos más adelante).
• Nos permite ser conscientes del Yo y nos define individualmente dándole a ese Yo un sentido concreto.
• Establece un puente de consciencia entre nuestros pensamientos y las emociones, ayudando a sentirlas y a interpretarlas.
• El pensamiento, la inteligencia, la memoria, la sabiduría o imaginación son algunas de sus funciones en el Ser, asumiendo la responsabilidad de lo que entendemos por «procesos cognitivos».
• Los cinco sentidos operan bajo su control.

El nivel espiritual del artista marcial es fundamental para que su conjunto técnico, su entrenamiento en el plano más físico y estructural, tenga la dirección correcta; debe mostrar la solidez necesaria para soportar la dureza física y emocional de una situación de lucha.

Aunque el libro habla de la «moral» de las tropas, se refiere a la fidelidad para mantener la voluntad de victoria en condiciones posiblemente adversas. Podemos interpretar el sentimiento individual de cada guerrero en esa situación y podremos entender que nos está hablando de un modelo espiritual colectivo que mantenga altas expectativas de no sucumbir en la batalla.

Esta condición para que toda la operativa funcione parece abstracta, es decir, de difícil articulación en el ámbito grupal y, más si cabe, en el individual. La sensación de compartir el momento del combate, de luchar por el de al lado nuestra puede superponerse a nuestra propia voluntad interna de supervivencia. Muchos soldados hablan de este espíritu basado en aferrarse al deber de proteger a un tercero incluso a costa de la vida. Una de las características que han hecho que el ser humano desarrolle unos valores empáticos y sociales muy superiores a los de cualquier otra especie animal.

Cuando planteamos la posibilidad de una situación asimétrica de combate por la supervivencia en una sesión de defensa personal las dudas son una constante. La duda sobre si luchar o no, si salir corriendo o si rendirse de inmediato. Estas dudas quedan resueltas en el preciso instante en el que introducimos en la ecuación a un hijo. En ese momento nadie tiene dudas, todos lucharán hasta la muerte si hace falta. Esta característica de protección sobre otro es extrapolable a la protección del compañero. 

Este sentimiento de protección por el compañero simplifica mucho la gestión de todos estos argumentos interiores. Por este motivo, la práctica en solitario nos prepara para este estado de cosas. Para enfrentarnos a la soledad de la lucha en la que la única compañía factible puede llegar a ser la de la persona con la que vamos a enfrentarnos.

El espíritu no debe depender de elementos externos, su desarrollo debe estar dirigido hacia el interior y no sucumbir ante los elementos que pueden desviarle de su tarea, la de mantenernos con vida. Por este motivo, mantener alta la moral tiene una relación directa con trabajar la consolidación de un espíritu de autosuficiencia. Un espíritu basado en el autoconocimiento, la valoración clara de nuestro Dao y la resolución inquebrantable por cumplirlo, objetivos que comparten tanto el general de un ejército como el practicante de artes marciales que afronta la realidad tal y como es.

En la próxima entrada comenzaremos a analizar uno a uno los párrafos de este segundo capítulo y su relación con nuestra práctica.

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