Ir al contenido principal

¿Ser o no ser el verdugo?




¿Quién soy? ¿Cuál es mi cometido? ¿Hasta qué punto es este mi camino? Estas preguntas invaden el alma de cualquiera que reflexiona en la dirección interior. Podemos sucumbir al pensamiento y desviar nuestros objetivos sin apenas darnos cuenta de ello. Miramos para otro lado intentando, sin querer, evitar las cuestiones que son verdaderamente fundamentales.
El vacío nos llama, pero nuestra mente indiscreta se esfuerza por llenar todo el espacio en el que manifestar lo que esencialmente somos. Retomar ese camino, el del solo de violín (consciente) que apenas es acompañado ocasionalmente por la orquesta (de razonamientos interminables), es la vía desde la que podemos entender fugazmente nuestro destino. Una comprensión tan rápida, tan directa, tan profunda, que no deja rastro en la razón para divagar sobre ello. Instalada en el alma profunda nos aclara las cuestiones trascendentales que tanto nos inquietan, dejando al corazón como emisario.
Superado el bache toca saber qué nos corresponde. El libro nos habla del momento más duro posible, un escenario en el que intervenimos apagando una vida. ¿Es ese realmente nuestro cometido? Cada uno porta su sentido y su Tao personal que no siempre es el de la violencia. La vida es dura y llena de contratiempos pero siempre habrá lobos, perros pastores y corderos. El lobo mata sin pestañear cuando la situación se lo propone, el perro pastor defiende el rebaño hasta sus últimas consecuencias, el cordero corre, se esconde y asume la muerte sin luchar cuando esta le cae literalmente encima.
El hombre en esencia no puede ni debe ser nunca un cordero. No puede ni debería ser nunca un lobo, ese es el sentido del pastor que dulcifica la rabia y que aviva el fuego de la supervivencia en todo el que lo busca para reflejarse en él. Si el Tao del hombre es a veces tan distinto, cabe preguntarse qué papel tenemos nosotros en ello.
Proteger, ser protegido o agredir ¿Cuál de las tres me corresponde? Acertar en esta pregunta es fundamental para avanzar sin demora a lo que nos concierne. Equivocarse es herirse en lo más profundo de nuestro sentido, es errar el tiro de la existencia para sufrir en ella las consecuencias del error. No podemos permitirnos esa herida porque toda la trama depende de ella, no somos sólo nosotros.
El corazón siempre sabe la respuesta y la razón está ahí para regular las acciones que nos competen, no para desbocar lo que esencialmente portamos como misión hacia la vida, por mucho o poco que esta se ajuste a lo que un día, equivocados, soñamos. Silencio, tranquilidad, certeza y determinación.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Comenzamos en octubre 2013

Comenzamos en octubre el Club de Lectura Kan Li. La actividad del club estará centrada en los textos sobre artes marciales y todos los aspectos relacionados con ellas. Hemos abierto un apartado en este blog en el que se detallan las características generales del proyecto, nuestras motivaciones para ponerlo en marcha y su estructura general y de funcionamiento inicial. Todos los meses nos reuniremos para conversar e intercambiar impresiones sobre una lectura predefinida. El club está abierto a todos los alumnos de nuestra escuela que quieran participar. Para esta primera ocasión hemos elegido un texto de gran calado filosófico. Es de gran interés para cualquier practicante de artes marciales y no está exento de lectura complementaria, lo cual siempre es un aliciente para utilizarlo como ventana hacia otros universos escritos. El libro se titula en castellano «Zen en el arte del tiro con arco» y fue publicado por primera vez en el año 1953. Es un libro de experiencias y pensam...

El maestro. 71

Entender en qué punto del camino debemos pararnos para explicar lo inexplicable es trabajo de sabios, de ingenuos o de inagotables. El motivo de enseñar se difumina si no se encuentran escondidas las claves del misterio profundo de lo evidente. Nadie sabe nada y todo el mundo esconde en su interior todo el conocimiento necesario. El maestro lo sabe. El incauto permanece a la espera de que las revelaciones que debe construir ocurran como por arte de magia. Nada puede suscitar lo profundo sin una cuestión irresuelta. Dar esa luz es imposible sin haber germinado antes la oscura presencia de la duda. Es ahí donde radica el arte de enseñar. El enojo es el compañero del que aprende esperando que todo sea tal y como espera. El nombre no se revela, pero la luz comienza a aparecer al fondo de la primera pregunta. Es el maestro el que prende ese fuego, desde su ejemplo inmaculado o desde la oscura incoherencia que existe en la superficie de toda persona. No es bueno, no es ejemplar, no es impres...

Dao De Jing. Subir lento y bajar pronto. 66

Llevar tacones o ponerse de puntillas nos hace parecer altos como no somos. En el Tao la apariencia choca frontalmente con la realidad para conjugar sus pareceres. No podemos elevarnos más de lo que somos, pero ¿quién sabe realmente lo que es? El deseo de estar vinculado al mundo, de formar parte de él sin menoscabos no es cuestión baladí. Es el ignorante el que sueña con un trono solitario desde el que ser admirado pero incomprendido. La fama no es apta para aquellos cuya misión es mundana, diaria, constante y sin brillo. Es importante no aspirar a aquello para lo que no estamos hechos, para lo que no estamos preparados o para lo que sentimos que nos acabará destruyendo como a tantos. Las cimas están para escalarlas y bajar de ellas de inmediato. La visión, el eco de la imagen que nos permite el ascenso y la cima misma son ya diferentes cuando bajamos reflexionando sobre todo ello. La bajada entraña también sus peligros, pero el espíritu pleno por la cercanía del cielo sigue ensim...