Iniciamos un análisis veraniego complementario a nuestra
habitual reflexión sobre el Daodejing,
nos referimos al Sun Tzu, El arte de la
guerra.
Cabe preguntarse por qué es importante este libro para
los practicantes de artes marciales. Quizá, desde la perspectiva del que
pretende profundizar en el sentido de su entrenamiento, esta pregunta carezca
de sentido pero, para el que se asoma ahora a este viejo y nuevo mundo, para el
que comienza el estudio de la vía, el arte de la guerra puede ser una fuente de
sentido práctico, simbólico y filosófico, entre otros muchos, y una fuente de
inspiración de incalculable valor.
Existen numerosas versiones y traducciones del texto
original, pero no ha sido nuestra intención hacer un análisis exhaustivo de
contenidos en planos comparativos ni en valoraciones filológicas que escapan a
nuestra limitada capacidad de erudición. Hemos querido abordar una reflexión
práctica que nos sea de utilidad para replantearnos las cuestiones que nos
competen como artistas marciales por y desde el ámbito del estudio y práctica
de las artes marciales.
Hemos utilizado para nuestras reflexiones la versión de
Thomas Cleary, una versión comentada que aclara algunos aspectos del texto
antiguo, pero que también abre nuevas incógnitas que se prestan, como la
mayoría de textos antiguos chinos, a múltiples interpretaciones.
El arte de la
guerra, en esencia, contiene los mismos elementos que lo que denominamos arte
marcial. En la base de su propia definición podemos apreciar la similitud de
sus significados y ver que, en ambos casos, se apunta a un profundo y similar
objetivo. Esta primera coincidencia axiomática nos conmina inexorablemente a
echarle un vistazo un poco más allá de la mera lectura casual y revisar
similitudes y orientaciones que, en el libro sobre todo, nos ponen de
manifiesto la gran cantidad de elementos indirectos compartidos que tienen
mucho, o todo, que decir en una situación bélica.
No ahondaremos tampoco en las adaptaciones actuales del
libro, ni en las versiones orientadas al plano empresarial o de crecimiento
personal que, aunque válidas en muchos casos, nos parecen personalmente una
perversión del texto empleado con fines comerciales, lo que condiciona la
veracidad directa de las relaciones que de base podamos plantear. Qué duda cabe
de que su utilidad en estos terrenos está más que demostrada pero, a nuestro
parecer, donde más tiene que ofrecernos este texto es precisamente en nuestro
ámbito, un perímetro con el que comparte el alma germinal de su propio sentido
intrínseco.
Ya en el prefacio nos apunta Cleary que el texto se
presenta desde la perspectiva de su inclusión en el contexto general de la gran
tradición espiritual del taoísmo, motivo que nos impulsa a la inclusión de esta
versión dentro de este espacio de reflexión sobre textos que es nuestro club de
lectura.
Por otra parte, nos hemos permitido reflexionar
amplificando el espectro significativo de las palabras porque, aunque el texto
habla en todo momento del conflicto bélico, los ámbitos de acción de un soldado
y de un practicante civil, al ser tan distintos, pueden necesitar de esta distintiva
argumentación idealizada.
También, en la introducción del libro se nos detalla el
paralelismo que presenta la filosofía contenida en el libro con la
correspondiente a las artes curativas, que magnifica el valor de la estrategia
para evitar la confrontación como culmen de la efectividad en todas sus
premisas filosóficas. Este punto es extremadamente importante y relevante para
nuestro contexto por dos motivos fundamentales.
El primero de ellos es que, en realidad, la mayor parte
del entrenamiento de las artes marciales es una preparación para adaptar al
individuo al momento del combate integrando en su cuerpo y en su mente todo el
potencial estratégico, táctico y técnico diseñado para dar respuesta a
cualquier incógnita ofensiva inesperada. Esta prevención, esta prophyilaxis, este prepararse para la
guerra con el fin de alcanzar la paz, es una constante que hermanan
objetivamente las finalidades del libro que nos ocupa y del ámbito artístico
marcial.
En segundo lugar, porque este principio de vencer sin
luchar es una máxima también en la idea
final del combate desde la perspectiva de un artista marcial, que fomenta el
desarrollo de un espíritu lo suficientemente fuerte, determinado y perceptible,
que amilane o, por lo menos, haga desistir de intenciones ofensivas al que por
cualquier motivo pretende romper el equilibrio pacífico de un momento
determinado.
En estos dos extremos se mueve nuestro texto y en estos
dos extremos nos movemos al estudiar y practicar el arte marcial que elegimos.
Partiendo pues de esta premisa, queremos abordar un
análisis puntual sobre cada uno de los capítulos que contiene el texto y
ahondar en sus definiciones, establecer relaciones y concordancias subjetivas, proponer
similitudes o reinterpretaciones filosóficas de aspectos aparentemente toscos o
excesivamente materiales desde enfoques más sutiles. En definitiva, queremos
utilizar el libro y sus apartados como una estructura en la que hundir los
dientes para encontrar las bases conceptuales y filosóficas de la práctica
marcial tradicional.
Comencemos con los Criterios
estratégicos a ver qué podemos encontrar en este apartado.
CRITERIOS ESTRATÉGICOS
La estrategia es la madre de la práctica. Debe estar
presente antes, durante y después del entrenamiento. Su sentido, tal y como lo
plantea el arte de la guerra, comienza por aceptar que los métodos de defensa
resultan vitales para la supervivencia y que su examen, el examen de la acción
militar, resulta absolutamente indispensable por constituir la base de la vida
y la muerte.
Este primer párrafo es crucial a la hora de dar sentido
al entrenamiento, de dar sentido a dedicar horas y horas a adquirir actitudes y
aptitudes para el combate. Vivimos en la sociedad del bienestar adormecidos
ante la posibilidad de que las cosas se tuerzan cuando menos lo esperamos. Resulta
igualmente irónico que cualquier uso que podamos hacer de nuestras artes en una
situación de necesidad nos puedan llevar, casi con toda seguridad, a la cárcel.
Está penado cualquier uso arbitrario injustificado de
estas habilidades. El contexto pide medición, pide control, pide inteligencia.
El arte también nos enseña eso, tanto en su parte táctica como en su modelo
filosófico, un modelo basado en intentar eludir la contundencia del encuentro
antes de que este ocurra.
Si ocurre, si no hay salida, la cuestión entonces se
replantea en términos de aclarar si somos lo suficientemente hábiles para
aplicar lo aprendido en su justa proporción. Una proporción que pueda ser en
cualquier caso motivo de análisis y de argumentación positiva hacia nuestra
conducta o puede ser un impacto directo en la línea de flotación de nuestra
vida.
En el texto se habla de un análisis del camino, el clima,
el terreno, el líder y la disciplina. No hay ni uno solo de estos parámetros
que podamos obviar en nuestro territorio cuando las cosas se oscurecen. Evaluar
las posibilidades dejando de lado las emociones, con toda la frialdad que una
situación tan delicada nos requiere, resulta vital para no adentrarse en
territorios de los que difícilmente podremos escapar.
El primer punto, el camino, nos insinúa la necesidad de
ser auténticos y luchar desde la convicción de que nuestra defensa es justa, es
necesaria, es real. Quizá por esto, en sus comentarios, Cleary nos habla de
humanidad y justicia como sinónimos del «camino».
En el caso del clima o de las estaciones del año, debemos
fijar las condiciones en las que ocurriría nuestro combate o nuestra fuga.
Conocer el tiempo es conocer si estamos en condiciones de afrontar la situación
asumiendo el clima interior y exterior. Aunque en el libro no se cita, en el
ámbito de la medicina tradicional china se asocia habitualmente los cambios
emocionales a cambios climáticos internos, ruptura del equilibrio entre los
cinco elementos haciendo alusión a frio, calor, humedad, etc. Si adoptamos una
visión unipersonal adaptativa del texto, tenemos que aceptar que estos
parámetros, aplicados a un ejército, resultan de difícil extrapolación. Debemos
pues individualizar el enfoque para entender a qué nos estamos refiriendo.
El texto no se refiere en absoluto a esto que estamos resaltando
ya que habla de las condiciones climatológicas óptimas para la batalla. En
nuestro caso podemos tener dicho elemento en cuenta, pero quizá mucho más
nuestra disponibilidad de espíritu para el combate y la ausencia de emociones
que comprometan nuestra efectividad y proporcionalidad en la lucha.
El análisis del terreno es una premisa fundamental ya que
cualquier combate que podamos tener en la calle dista mucho del mullido tatami,
de las protecciones y de la horizontalidad y agarre del terreno que pisamos. Es
preciso evaluar este punto para no caer, para no resbalar, para no perder el
equilibrio, para no usar elementos inapropiados en el instante de la lucha,
para plantear acciones acordes a la distancia real a la que nos encontramos.
No podemos lanzar acciones de piernas, aunque estemos a
distancia óptima para usarlas, si nos encontramos en un suelo lleno de aceite
que resbala y nuestro calzado son zapatos de suela lisa. Tampoco saltaremos en
espacios de techos bajos o llenos de estantes y, mucho menos, nos permitiremos
el lujo de caer a un suelo lleno de cristales o piedras. Todos estos elementos
deben ser valorados de inmediato antes de decidir nuestra acción determinante.
Esto no se aprende normalmente en el tatami pero es una reflexión que cualquier
persona inteligente debe hacerse para evaluar la efectividad de su sistema en
diferentes ámbitos de aplicación.
Tal y como el autor nos resalta en el apartado relativo a
La autoridad, los antiguos reyes
consideraban la humanidad como lo más importante. Para un artista marcial esto
no es distinto y los valores que señala el libro como ejemplares, el arete que resalta para establecer una
autoridad natural, sin imposición, se basan en la expresión de la autoridad
desde la inteligencia, la honradez, la humanidad, el valor y la severidad.
Todos estos elementos, desde el plano interior al que nos
referíamos antes y, por supuesto, en su emanación individual hacia el exterior,
configuran unas bases de exigencia para el practicante de artes marciales que conformará,
a través de su permanente puesta en práctica en la vida, un espíritu óptimo
para afrontar los envites de momentos de riesgo o de conflicto.
La disciplina, como siguiente elemento de análisis, tiene
una vinculación directa con todo lo expuesto en estos últimos párrafos. El
carácter, en su firme construcción, exige disciplina y claridad a la hora de
organizar las prioridades vitales, nuestra propia jerarquía interior de valores
y la proporcionalidad de cargas a las que nos sometemos dentro de nuestras verdaderas
capacidades. Debemos aprovisionarnos de forma efectiva para afrontar los retos.
La primera merma energética que tiene cualquier individuo parte,
fundamentalmente, de su incapacidad de disponer de inmediato su estado de ánimo
ante cualquier situación adversa. Afrontar las situaciones desde un punto de
aceptación de la realidad y de sus posibles consecuencias nos permite decidir
cómo aplicar nuestros conocimientos y habilidades a esa situación. Valorar
nuestras ventajas sin mostrarlas al enemigo utilizando la confusión como
aliada.
Esta valoración de la situación, que señalábamos al
comienzo del texto como uno de los elementos preventivos más importantes, nos
invita a utilizar todo aquello que podamos para evitar nuestro desgaste. Si
queremos evitar una importante implicación emocional para no enturbiar nuestro
clima interior, debemos provocar precisamente eso en un oponente ante el que
tenemos posibilidades de victoria.
Una parte importante del libro es aplicable a situaciones
asimétricas de combate en el que uno se puede tener que enfrentar a alguien más
fuerte o a un grupo más numeroso. Los sistemas nos facilitan recursos
estratégicos y tácticos para este tipo de situaciones, aunque los que nos
aconseja el texto son de un incalculable valor. Humildad para provocar
arrogancia, fuga aparente para desgastar energía, dividir el grupo y atacar en
momentos inesperados y no revelar las intenciones en ningún momento reduciendo
el tiempo de acción y reacción sin prolegómenos que puedan desvelar nuestro
objetivo.
Por último, concluye el capítulo con un párrafo sintético
en el que se afirma que la profundidad de los criterios estratégicos aplicados
es la garantía de superioridad ante una situación bélica, adversa o de
conflicto. Esto nos muestra que el camino del entrenamiento, de la preparación,
de la concreción de elementos, del autoconocimiento y el conocimiento de
nuestros adversarios son las pautas que marcan la diferencia entre ganar o
perder, entre vivir o morir.
Seguiremos reflexionando la semana que viene con una
nueva entrada sobre el segundo capítulo que se prevé interesante: En medio de la batalla.
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