Ir al contenido principal

Simple por sí mismo


Difícilmente apelamos al desencuentro de un estado de nuestro ser con otro que nos inunda por completo. Cada segundo es un misterio en el que somos traspasados por agujas cortantes transformadas en ideas, ideas de otros, de nuestro grupo, de ese que invade fielmente nuestra singular monología.
Somos miseria en un mar de prohibición que nos controla alertado por la posibilidad de enriquecernos. Cada gramo de oro se torna lágrima en los ojos de alguien que no sabe cómo ni por qué se le quita el algo imprescindible. Cada gramo convertido en kilo requiere el daño como fértil aglomerante que convierta, por presión, un trozo podrido de humanidad en diamante.
Ese malestar que vivimos felizmente nos reduce sin remedio, nos exprime el alma para dar sus gotas de sal a ese que vive succionando la vida a los otros. ¿Cómo no negociar en un mundo que es, en sí mismo, un mercado en el que el producto, el usuario y el vendedor son piezas semejantes pero desordenadas?
Cuanto más intentamos gobernar lo ingobernable más avanzamos hacia el precipicio, un arcoíris gris de futuros en los que todo lo que somos desaparecerá para ser, tan solo, un eco de lo que pudimos ser sin conseguirlo.
Seguimos hablando de riqueza mientras el hambre entra a destajo en puertas que chirrían, en umbrales oxidados desde dentro en los que no queda lo más mínimo para hablar de dignidad. Ese mundo torpemente cultivado llena y vacía sin equilibrio lo que el destino y la suerte han deparado al neonato.

Es hora de gritar y sacar las garras del silencio y la quietud, para que el alma madure a su debido tiempo. Es siempre sin duda el momento. Sin desearlo realmente conseguimos sobresalir solo para exhalar silencio en derredor y, quizá pronto, alguno escuche nuestro lamento para compartirlo; a veces el silencio se transmite más veloz incluso que el ruido ensordecido. Qué nos queda en nuestro reducto más que ser, acaso, un puro y breve fragmento de nosotros mismos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El valor de detenerse. 70

Es difícil pararse cuando se acumula tanta inercia. Cuando los actos del pasado reciente se ven abrumados por el impulso de lo antiguo no queda otra que seguir avanzando, asumiendo líneas que no decidimos, líneas impuestas por otros tiempos y otras almas. No es preciso distinguir si nuestra densidad tiene algo que ver con nuestra profundidad; la carga no tiene nombres y se establece antes incluso de que nazcamos. Es el aliento el que comienza a insuflar energía a dinámicas que se manifiestan como nuevas en nosotros, pero que ya venían atravesándonos. El carro siempre ha estado lleno de pesadumbre, pero también adornado de grietas luminosas que le hacen presentir su desenlace. Lo correcto no está exento de dudas, pero en la liviandad del silencio interior las dudas se desmigan en el mar de la confianza. Es el vacío lo único que garantiza la pureza, es el silencio interior el que nos muestra que la coraza inservible de lo instrumental solo está ahí para garantizar su eterna permanencia.

Dao De Jing. Subir lento y bajar pronto. 66

Llevar tacones o ponerse de puntillas nos hace parecer altos como no somos. En el Tao la apariencia choca frontalmente con la realidad para conjugar sus pareceres. No podemos elevarnos más de lo que somos, pero ¿quién sabe realmente lo que es? El deseo de estar vinculado al mundo, de formar parte de él sin menoscabos no es cuestión baladí. Es el ignorante el que sueña con un trono solitario desde el que ser admirado pero incomprendido. La fama no es apta para aquellos cuya misión es mundana, diaria, constante y sin brillo. Es importante no aspirar a aquello para lo que no estamos hechos, para lo que no estamos preparados o para lo que sentimos que nos acabará destruyendo como a tantos. Las cimas están para escalarlas y bajar de ellas de inmediato. La visión, el eco de la imagen que nos permite el ascenso y la cima misma son ya diferentes cuando bajamos reflexionando sobre todo ello. La bajada entraña también sus peligros, pero el espíritu pleno por la cercanía del cielo sigue ensim

Lo creativo

Aparece frente a mí, imponente. Su escalera me alumbra un posible camino de llegada a mi objetivo, pero difícil, escalonado, exigente. Nada es lo que parece a simple vista y esta imagen me lo muestra, impasible, consciente de que el tiempo siempre juega en mi contra y mi decisión es la que acorta la demora. Una escala apuntando a un junio soleado en el que el cielo como testigo y destino exige cuatro pilares para sostener el ascenso. Elevación, logro, propiciar y perseverancia. Cuatro exigencias que en sí mismas configuran cada uno de los seis peldaños premonitorios. Crear. ¿Quién crea si partimos de una base celeste que nos alienta y nos define en nuestra más profunda naturaleza? Aquello para lo que nacimos, para lo que morimos, ese destino pendiente de escribir se nos muestra libre, intercalado, potencialmente sinérgico con los diez mil seres que nos acompañan en el tránsito permanente del ahora. Ahora es el momento de empezar la subida sin cuestiones. Que la certeza pueda