Ir al contenido principal

Los errores de la mística. 64


Es vital diferenciar constantemente. Todos lo hacen, hasta este libro de sabiduría que, como tal, no acierta a veces a definirse sin errores. Es cierto y falso a la vez lo que dice en un dulce juego de contradicciones que tienen por misión el desconcierto de lo falso.

La mente se equivoca cuando acierta y acierta en equivocarse para mostrarnos la irrealidad de todo lo real que nos rodea. El ángel anticipado del futuro impredecible carece de sentido cuando el bien y el mal se desmontan mutuamente. El escriba se cuela en las palabras que le trascienden para dejar un mensaje inconexo que nada tiene que ver con el Dao. Sin embargo, como propietario espiritual del verbo, es el libro el que marca su sentido robando el contenido y significado final a las palabras equivocadas.

Trascendiendo su propio mensaje acalla las voces que critica, desprovee de peso al que sueña con colarse entre sus filas para transmitir sus miserias. No es hijo de nadie más que de sí mismo, nutrido por su propia vacuidad como solo una campana sagrada sabe resonar sobre sí misma. Para él, no somos más que perros de paja que tarde o temprano dejan de ladrar.

El ajeno sentido de identidad impregna todo lo que toca aún sin tocarlo. Se esparce como semillas de un mal necesario para el contraste, mientras que los ausentes se regocijan en sus cuevas sintiendo su profunda indiferencia. Pecaminoso placer revestido de mística que no es diferente al rebuzno de los burros de los que se burlan en sus preceptos.

Estar y Ser van decididos a su encuentro. Chocan de frente en sus cuevas para mostrarles su propia y maldita bendición. Estos, descontentos de lo que el viento les sugiere, prefieren volver a la locura de su relevancia para consolidar más si cabe su incoherentes afirmaciones. Qué duda cabe de que el bien y el mal existen para que podamos transitar entre ellos.

La luz y la oscuridad son la clara manifestación de este instante transitorio que nos toca. No vale escapar a la cueva como quién retorna al útero que lo engendró. La vida no funciona hacia atrás y la tierra no da para tanto cuando el tonto que nos señala es preso de su propia introspección malhumorada. El principio y el fin son puntos distantes que no podemos unir antes de tiempo. Sin recorrido entre polares, cómo podemos desplegar un espíritu llegado para eso.

Son palabras no actos los que definen el mensaje. Son sueños, no realidades, los que alumbran un ideal inalcanzable que garantiza el descontento por vivir. La única y verdadera cuestión es si esta enorme y aparente certeza sobrevivirá al implacable momento del final. 

Debe ser triste sentir haber perdido la oportunidad de vivir la vida, de sentir realmente las aristas y pulir los bordes con algo más que pensamientos atrapados para nada. Qué peor infierno que haber desperdiciado la oportunidad de Ser realmente entre luces y sombras, entre verdad y mentira, entre el amor y el dolor. 

Sin vida no hay precipicio ante el que sentir el vértigo que tantos ansiamos desde el principio.


Comentarios

Entradas populares de este blog

El valor de detenerse. 70

Es difícil pararse cuando se acumula tanta inercia. Cuando los actos del pasado reciente se ven abrumados por el impulso de lo antiguo no queda otra que seguir avanzando, asumiendo líneas que no decidimos, líneas impuestas por otros tiempos y otras almas. No es preciso distinguir si nuestra densidad tiene algo que ver con nuestra profundidad; la carga no tiene nombres y se establece antes incluso de que nazcamos. Es el aliento el que comienza a insuflar energía a dinámicas que se manifiestan como nuevas en nosotros, pero que ya venían atravesándonos. El carro siempre ha estado lleno de pesadumbre, pero también adornado de grietas luminosas que le hacen presentir su desenlace. Lo correcto no está exento de dudas, pero en la liviandad del silencio interior las dudas se desmigan en el mar de la confianza. Es el vacío lo único que garantiza la pureza, es el silencio interior el que nos muestra que la coraza inservible de lo instrumental solo está ahí para garantizar su eterna permanencia.

Dao De Jing. Subir lento y bajar pronto. 66

Llevar tacones o ponerse de puntillas nos hace parecer altos como no somos. En el Tao la apariencia choca frontalmente con la realidad para conjugar sus pareceres. No podemos elevarnos más de lo que somos, pero ¿quién sabe realmente lo que es? El deseo de estar vinculado al mundo, de formar parte de él sin menoscabos no es cuestión baladí. Es el ignorante el que sueña con un trono solitario desde el que ser admirado pero incomprendido. La fama no es apta para aquellos cuya misión es mundana, diaria, constante y sin brillo. Es importante no aspirar a aquello para lo que no estamos hechos, para lo que no estamos preparados o para lo que sentimos que nos acabará destruyendo como a tantos. Las cimas están para escalarlas y bajar de ellas de inmediato. La visión, el eco de la imagen que nos permite el ascenso y la cima misma son ya diferentes cuando bajamos reflexionando sobre todo ello. La bajada entraña también sus peligros, pero el espíritu pleno por la cercanía del cielo sigue ensim

Lo creativo

Aparece frente a mí, imponente. Su escalera me alumbra un posible camino de llegada a mi objetivo, pero difícil, escalonado, exigente. Nada es lo que parece a simple vista y esta imagen me lo muestra, impasible, consciente de que el tiempo siempre juega en mi contra y mi decisión es la que acorta la demora. Una escala apuntando a un junio soleado en el que el cielo como testigo y destino exige cuatro pilares para sostener el ascenso. Elevación, logro, propiciar y perseverancia. Cuatro exigencias que en sí mismas configuran cada uno de los seis peldaños premonitorios. Crear. ¿Quién crea si partimos de una base celeste que nos alienta y nos define en nuestra más profunda naturaleza? Aquello para lo que nacimos, para lo que morimos, ese destino pendiente de escribir se nos muestra libre, intercalado, potencialmente sinérgico con los diez mil seres que nos acompañan en el tránsito permanente del ahora. Ahora es el momento de empezar la subida sin cuestiones. Que la certeza pueda