Thoth. Dios egipcio del conocimiento |
Nos
adentramos no por propia voluntad. Algo inherente al Ser nos empuja a conocer de qué van los
prolegómenos. No sabemos, pero creemos saber más de lo que pensamos. Llegamos a
un tipo de conocimiento en el que la superficie enquista la voluntad de
sumergirse. Lo hace para ofrecernos sabores diversos de una misma calaña
innecesaria, pero que consigue el objetivo de confundirnos. Como si la razón,
en su corteza juvenil, tuviese un sentido meramente operativo para poder entender el paquete de sentidos
entrelazados.
No
vamos de saber, pero pretendemos conocer lo
incognoscible. Aumentamos nuestras perspectivas imaginando una miríada de
variables posibles en las que se nos escapa, siempre, un factor fundamental.
Estamos dentro de la mente, no fuera.
Todo
está condicionado. Los colores se confabulan con los sonidos para que el viento
acaricie nuestro pelo y el aroma de las flores nos haga saborear la primavera
incipiente. Imaginamos que cada una de estas cosas es algo más que vacío sin
dejar de tener razón al hacerlo.
Pero
el susurro indescrito, el que hace que al conjunto le surjan sueños profundos
en los que repetimos sin descanso el mismo olor, la misma cita, el mismo
principio, no es visible en la mañana. Percibir el universo quizá solo sirva para
revolcarnos en el sentir y evitar que la mente se hunda más hacia abajo.
Quizá
allí no podemos soportar la presión, la falta de luz, el conocimiento de otros
habitantes sin clemencia. Quizá, cuando nuestra humanidad se enfrenta a su
propio sentido construido, esconde aquello que nos destrozaría un alma de cuya
existencia no paramos de dudar. Basta mirarnos sin imaginarnos para percibirla
en toda su plenitud luminosa. La parte oscura es la que subyace esperando su
momento para atraparnos y llevarnos más allá de lo que en superficie podremos nunca
comprender.
No
es racional el sentido, no es conocimiento calcular, enumerar y clasificar. Es
solo proceso temporal mientras el yang se torna yin de nuevo en su constante y
macabra danza.
Imaginamos
un silencio lleno de contenido y sobre él construimos fascinantes teorías que
no son más que la pura matemática de los colores y las proporciones. Medidas de
un mundo indescifrable que pretendemos corromper desde la ausencia.
El
frio llegará, se perderá nuestro todo y apenas quedará en la superficie un
fragmento vital que nos delate. El mundo olvidará, tarde o temprano, aquello
que fuimos, que somos o que seremos. Solo entonces tendremos esas respuestas
que buscamos, solo entonces podremos despedirnos y saludar en el umbral desconocido
que siempre dibujamos sonriente. Los arcos de la entrada no tienen forma de
sonrisa, están tristes o enfadados. Prefiero esforzarme en atrapar inclemente
el ahora; en realidad mi única alternativa a la locura. Quizá el presente que
se esfuma constante, me regale sentir algo efímero de lo que significa mi
existencia.
Comentarios
Publicar un comentario