Qué magnífico espectáculo y que afortunados somos al
poder observar el cielo y su tormenta mientras rayos de luz se filtran entre
las grietas que dejan nubes blancas y grises, quizá para provocar parábolas
absurdas en las que podamos imaginar designios divinos que esperamos que
aparezcan en forma de milagros inexplicables.
Esta percepción del concierto luminoso
celeste, orquestado por truenos, relámpagos y vellos erizados es, en sí misma,
un verdadero milagro que nos empeñamos en descartar para imaginar un milagro de
otra índole. Esta ceguera nos atrapa y se traslada a muchos otros campos de
nuestra existencia en el que confundimos la tremenda realidad con un reflejo
imaginado de ella.
El presente inundado de belleza y de terrores, ese
presente en el que vivimos y en el que viviremos siempre, nos parece
insuficiente. Para evadirnos de él planteamos grandes planes, grandes proyectos,
participamos en la llamada transformación del mundo, sin caer en la cuenta de
que el mundo ya se transformaba él solo antes de nuestra efímera llegada a la
existencia y, nos guste o no, seguirá transformándose cuando ya no estemos.
Nuestro paso es, además de fugaz, insignificante en el magno discurso celeste
en el que, frente a los grandes poemas divinos, no somos más que el sonido de
una mota de polvo cayendo al suelo en mitad del discurso.
Ese tránsito desde nuestra materialización maravillosa y
consciente, hasta tocar con el suelo, eso que llamamos vida, no se aleja mucho
de cualquier otro fragmento existente de los muchos que pueblan la tierra.
El que se afana en buscar la gloria pasajera consume en
su búsqueda el tiempo y la energía que necesita para ser consciente de sus
presentes, con ello pierde de forma irrecuperable su entrada al concierto de la
vida que está ocurriendo mientras escribo estas palabras para reflexionar.
Todos, dormidos, viajamos en dirección hacia el suelo mientras nuestra
conciencia se alimenta de lo que vemos, lo que sentimos, lo que experimentamos
en cada fase de nuestra repetitiva respiración, en cada pulsación de un corazón
que, al igual que la vida, no tiene más paradas que la última.
El cómplice de este complot es nuestra racionalidad
descontrolada que confunde acción con creación cuando, en verdad, creamos para
actuar y ver cómo nuestra vida se transforma con ello. Trabajamos para vivir,
para comer, para poder pagar todo aquello que necesitamos para la vida actual.
Vivimos vidas prefijadas en las que desde nuestras vacaciones hasta el sabor
que preferimos nos son inducidos sin que nos tomemos el tiempo para decidir.
Cuanto más corremos menos podemos decidir, quizá por eso nuestro entorno se
acelera cada vez más. No debemos ni podemos decidir qué queremos, tan solo
creernos que hay milagros que ya no ocurren como convertir el agua en vino,
pero, ese milagro lo hacen las vides todos los años, tan solo deberíamos poder
aprender a disfrutar de ver cómo crece la planta hasta que podamos saborear su
fruto o pisarlo para convertirlo en el caldo divino transformado.
El milagro es respirar, es poder ver la luz e interpretar
las imágenes de forma consciente en un código de significados que es, también,
un enorme milagro que conjuga vibraciones para convertirlas en imágenes,
símbolos y sentimientos. El milagro es producir la vida entre dos personas y
asistir, día a día, al milagro de la evolución de su consciencia, de la
inteligencia y de la personalidad individual que interpretará a su manera toda
esta magna e inaprensible obra divina.
El milagro está ocurriendo ahora. Mengüemos la razón
descontrolada, evitemos vivir mucho más allá del presente para poder estar aquí
y ver todo lo que está pasando, un maravilloso regalo que nos llega del cielo y
de la tierra para que nosotros, como tercer elemento de la creación, podamos
disfrutar de cada momento. En esos momentos somos los dueños verdaderos de
nuestro mundo, somos los verdaderos artífices de nuestra vida y los creadores
de los sueños en cuyo descanso se nutrirá nuestro corazón con aquello que
nuestros pequeños sentidos no nos pueden transmitir durante el día. Todo esto
está ocurriendo ahora mismo.
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